El siervo de Dios

5. Magistrado

Tras la celebración de sus oposiciones a Judicatura regresó a Valencia como Juez interino del Juzgado nº 4 de 1ª Instancia. No se trataba, sin embargo, de una actividad remunerada, sino solo de unas prácticas preceptivas en la carrera judicioal, de modo que debía continuar con sus colaboraciones como corresponsal para El Debate y redactor del Diario de Valencia para ganarse el sustento, a lo que añadía la paga por algunas clases privadas que impartía a estudiantes en una pequeña academia.

Esta primera estancia suya en Valencia como Juez se prolongaría únicamente unos meses, hasta la publicación de su nombramiento por orden del 26 de marzo de 1930, como Juez de 1ª Instancia del Partido de Orcera (Jaén), casi siempre vacante o servido por funcionarios en corrección disciplinaria.

Sólo nueve días tardó en incorporarse a aquel nuevo destino, que marcaría un tiempo especialmente duro para el joven matrimonio, tanto a causa de sus modestas condiciones económicas, como del clima de la localidad, de temperaturas muy bajas en invierno y altas en verano. Su casa, inhóspita, ruinosa, cedida por la llamada «Junta de Carcelario«, carecía de toda comodidad. Algo que el matrimonio sufrió con paciencia, agradecidos a Dios por contar con medios de los que en aquella población, con fuertes desigualdades sociales en aquellos tiempos, muchos otros carecían. Su labor durante meses en que sirvió en este partido fue profesionalmente eficaz y extraordinariamente entregada, hasta el punto de merecer de sus vecinos, tras su marcha, el calificativo de “el Juez de los buenos recuerdos”, tal y como él mismo recordaba.

Entre febrero de 1931 y diciembre de 1935 desempeñó sus servicios en la provincia de Castellón, en la localidad de Viver, de cuyo juzgado fue, por fin, nombrado titular. De todos modos, allí no mejoraron demasiado sus condiciones de vida. Además, el joven matrimonio tuvo que soportar entonces las maledicencias de algunos vecinos que, sorprendidos por su vida de piedad, hacían chanza de ello, hasta el punto de quedar perplejos, en un momento dado, por el primer embarazo de la buena de María Luisa… Cosa insólita, por lo visto, en un matrimonio al que se referían algunos en el pueblo con el mote -nada más y nada menos- de «los jesuítas«…

Concluido este periodo, el 1 de enero de 1936, José María Haro fue designado Presidente de la 2ª Agrupación de Jurados Mixtos de Valencia, cargo que él mismo había solicitado por su deseo –verdaderamente vocacional– de servir en materia social, y que desempeñaría hasta la derogación general de esta rama en junio del mismo año.

Al día siguiente de su cese solicitó su reingreso en el servicio judicial. Presentado al primer concurso de plazas, el 29 del mismo mes obtuvo la titularidad del Juzgado de Villar del Arzobispo, localidad muy próxima ya a la capital. Sabiendo que este Juzgado llevaba vacante seis meses, con el consiguiente retraso de los procedimientos, decidió incorporarse sin disfrutar del plazo de descanso a que tenía derecho durante el periodo posesorio, que formalizó el primer día de julio. Su esposa se le uniría el día 16, a punto de producirse el Alzamiento Nacional, con objeto de buscar casa a la que trasladarse. Al siguiente día, preparados ya para regresar a Valencia para organizar el traslado, se le hizo saber la noticia: se había producido un levantamiento militar. Su mujer, María Luisa, emprendió el viaje. Él, en cambio, renunciado al permiso de unos días que le habían concedido, permaneció en su puesto.

***

Finalizada la guerra, en 1939, se incorporó a la recién formada Magistratura del Trabajo, de la que fue primer titular en la provincia de Valencia y, en consecuencia, Magistrado Decano. Con los años fue nombrado en la misma Subdelegado provincial e Inspector Regional (1946-1956). Durante largo tiempo compatibilizó el ejercicio de estas funciones con otras civiles y eclesiásticas que le fueron confiadas y que, en muchos casos, si aceptó, fue por obediencia expresa a la Jerarquía o por deber de justicia, para garantizar a su esposa y sus hijos si no mayores recursos (la gran mayoría de estos cargos carecían de toda retribución), sí una protección social que, de lo contrario, no tendrían.

a) Presidente de la Junta Provincial de Primera Enseñanza (1939-1943)

Este es un capítulo de especial importancia, por todo cuanto significó apostólica y hasta emocionalmente en la vida de Jose María Haro. Creadas también con la finalización de la guerra, José María Haro asumió este cargo en sustitución de José Duato Chapa, a quien se había nombrado apenas seis meses antes. Era su misión reorganizar y orientar de acuerdo con los principios rectores del nuevo régimen la enseñanza primaria en el primer momento de la posguerra, lo que ocasionaba un ingente trabajo para cuya realización apenas disponía de medios humanos o materiales. Aunque se trataba de un cargo no retribuido, José Mª Haro dedicó todas sus energías personales a esta labor hasta su cese a fines de 1943, una vez asumieron las funciones de este organismo los Gobiernos Civiles de cada provincia.

Su amor por el magisterio le condujo a no limitar a los solos aspectos administrativos el ejercicio de su cargo, al que desde el primer momento quiso imprimir un claro espíritu patriótico y religioso. Este aspecto, distintivo del trabajo sobre el Magisterio en Valencia, tendrá una importancia decisiva en la regeneración del tejido de la enseñanza primaria de la inmediata posguerra, siendo modelo de acción de muchas otras juntas provinciales. Especialmente preocupado por la formación integral y dignificación del magisterio, promovió la celebración de Ejercicios Espirituales anuales y Jornadas de Formación para maestros.


«Siento dolor profundo, pensar cuánto hay que hacer en el Magisterio. Cuánto ha podido hacerse y no se ha hecho. Cuántos talentos se están enmoheciendo porque se han enterrado, en espera de que no haya cosas que separen, sino acciones que unan. Y qué terrible cuenta nos pedirá el Señor por lo que no hicimos y debimos hacer en momentos propicios como ninguno…».

(Carta a Francisco Martínez, 1940)


Fue además un incansable impulsor de premios de trabajos escolares para niños sobre temas específicos que él luego disfrutaba entregando en actos públicos.

Reparto de premios, Grupo Escolar Teodoro Llorente (20.12.1953)

También en este destacaron algunas iniciativas suyas personalísimas: la Peregrinación a Zaragoza de maestros y niños con motivo del XIX Centenario de la Aparición del Pilar (octubre de 1940); la conmemoración del cincuentenario de la publicación de la Encíclica Rerum Novarum en todas las Escuelas de Valencia (1941); Homenaje de los escolares valencianos al Papa Pío XII a los veinticinco años de su consagración episcopal (1942), haciéndosele llegar después al Santo Padre un álbum con noticias de los actos y trabajos ofrecidos por los niños; incorporación de las Escuelas a los actos de Consagración de la Diócesis al Corazón de María (1943), lo que se acompañaría de lecciones programadas en las escuelas sobre la Santísima Virgen; Vía-Crucis infantiles del Viernes Santo en la Plaza del Caudillo (actualmente, del Ayuntamiento), luego institucionalizados para adultos; Promoción de celebraciones específicas de la Eucaristía para niños en todas las parroquias de la provincia, antes de que tal cosa llegar a ser frecuente…

b) Presidente del Consejo Provincial del I.N.P. (1950-1965)

Ejerció este cargo desde su creación el mismo año de 1950, unido inicialmente a la Jefatura del Seguro Obligatorio de Enfermedad. Fue éste el único cargo remunerado que ocupó fuera de la Magistratura –de forma, eso sí, muy exigua– y el único que por eso él mismo se atrevió a solicitar directamente a causa de la imposibilidad de mantener económicamente a su ya extensa familia con los solos ingresos que percibía como Juez. Además, se trataba de un excelente complemento a su labor en la Magistratura del Trabajo, desde el que, a su juicio, podría él continuar su vocación de servicio social especialmente a las clases más humildes. Su dedicación le hizo merecedor de la “Medalla de Plata de la Previsión Escolar”, por la Comisión Nacional de Mutualidades y Cotos Escolares en 1960, así como la de Oro pocos días antes de su fallecimiento. Ya fallecido, sería nuevamente homenajeado con la inauguración de un centro de especialidades médicas con su nombre en la calle Azcárraga de Valencia (8 de mayo de 1967).

c) Delegado de Asociaciones del Movimiento Nacional (1959-1963)

Aunque se resistió en un primer momento a aceptar el ofrecimiento de este cargo por sus connotaciones políticas, Mons. Olaechea le aconsejó no rechazarlo, viéndolo como una nueva ocasión de servicio. Movido por este consejo, José María Haro, tras aceptarlo, hizo de su cargo un instrumento eficacísimo de promoción de la vida asociativa en el campo, especialmente, de la familia, para lograr lo cual en muy poco tiempo organizó directamente e impartió un sinfín de conferencias y charlas –generalmente nocturnas– por todo el territorio de la provincia. En muy buena medida, las asociaciones de familia valencianas, de familias numerosas y de padres de alumnos en el ámbito escolar, tienen en el Siervo de Dios su primer y más fecundo apóstol.

No pocas fueron las críticas a las que tuvo que hacer frente, en completo silencio, por la significación política que acompañaba a este encargo, sobre todo de boca de quienes, con juicio recto pero erróneamente, lo consideraban inoportuno para un hombre con responsabilidades profesionales, eclesiásticas y apostólicas como las suyas. En ningún momento salió de su boca ninguna justificación, ni explicación explicación alguna de los altos motivos que le llevaron a aceptar el cargo. Sólo tras su muerte, en boca del santo obispo D. Marcelino, llegaron a conocerse esas razones. Así lo contaba, por ejemplo, Serafín Manzano Rubio, que colaboró con él en muchas de sus obras de apostolado con el magisterio:


«El Excmo. y Rvdmo. Doctor Don Marcelino Olaechea y Loizaga, nos convocó a la Junta Diocesana, Consejo de los H.H. de A. C, y Directiva de la Asociación Católica de Maestros, para darnos normas sobre la iniciación del Proceso de Beatificación de José María Haro Salvador, e indicar al mismo tiempo quién se hubiera de encargar de escribir la biografía del mismo. Pues bien, la intervención del Sr. Arzobispo fue reposada, meditada diríamos, francamente bella, emocionada, cariñosa y justa. Nuestro Prelado, con la cabeza baja, acariciando el pectoral, como pensando en voz alta, iba desgranando, pausadamente, los mejores elogios sobre el concepto que tenía de Haro: como hombre predilecto de la Iglesia, como hombre santo… Pues bien. En esta magistral intervención, […] Y como queriendo acallar la maledicencia de los “puros” […] por haber ocupado ese cargo, el Sr. Arzobispo, con voz clara y terminante, manifestó: “En cuanto al cargo que desempeñó de delegado provincial de asociaciones, lo ocupó porque yo le ordené que lo aceptara”. Definitivo… Al oír estas palabras, en aquel momento solemne, dentro de su sencillez, no pude menos de alegrarme en grado sumo y decir para mis adentros: ¡Gracias Dios mío! ¡Gracias Sr. Arzobispo!»

(Testimonio de Serafín Manzano Rubio)


TitBiografia

  1. Infancia y Juventud
  2. Joven apóstol
  3. Esposo y padre de familia
  4. Persecución en tiempos de guerra
  5. Magistrado y hombre de acción
  6. Últimos años y fallecimiento