El siervo de Dios

Abnegación y espíritu de trabajo (2)

In Biografía, Espíritu de trabajo, Infancia, Testimonios on 02/23/2012 at 19:09

Recordaba su hermano Enrique en una nota anterior, el duro ritmo de estudiante al que debía enfrentarse José Mª Haro en su primera juventud por las peculiares circunstancias económicas de su familia. Sobre ello vuelve a hablar uno de los HH. Maristas con los que coincidió en Valencia, a cuyo colegio fue por el buen deseo de sus padres de que no se malograra su natural talento intelectual. El testimonio data del 14 de abril de 1967. El hermano Marista lo escribe en Roma:

“Fue en el año 1917 cuando José María ingresó en el Colegio Maristas de Valencia, situado entonces en la Plaza Mirasol nº 5. Desde su ingreso se distinguió el nuevo alumno, por la aplicación a sus deberes escolares y por su excelente comportamiento con sus camaradas de curso. Las lecciones bien sabidas, las tareas escolares impecablemente hechas y bien presentadas y su actitud en clase, en constante colaboración con el profesor. En una palabra, vivía su vida escolar y contribuía, con su porte, a la buena marcha de su grupo escolar.

Colegio de los HH. Maristas (Pza. Mirasol, nº 5). Ahí se emplazó la Escuela desde 1915 hasta 1941, cuando se trasladó a la C/ Libreros

El buen alumno estaba en cama con señales evidentes de agotamiento físico. Al privarse del descanso necesario y del esparcimiento natural  a todo adolescente de su edad. El buen hijo no quería ser gravoso a sus padres, antes bien, los quería ayudar a solventar las dificultades económicas familiares, y para eso, se buscó un suplemento de trabajo extracolegial que dio al traste con su salud, en un momento de su vida, en el que, el crecimiento y la incansable actividad causan tanto desgaste de energías.

La visión de aquel cuadro, movió a sus educadores a buscar una solución mejor para un alumno que daba pruebas inequívocas de estar dotado de prendas excepcionales.

Por entonces estaba muy en el ambiente valenciano la puesta en marcha del Colegio Mayor del Beato Juan de Ribera en Burjasot, cuyo espíritu y dirección nos parecía ser adecuados para dar cobijo y amparo a un estudiante necesitado y merecedor de protección.

Se hicieron las diligencias del caso. Desde el primer momento encontramos la mejor acogida en la dirección del Centro, y el candidato respondió maravillosamente a cuantas pruebas fue sometido»

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